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-”Uffff mira qué pinta tiene este tío comiéndose ese croissant relleno, qué cara de disfrutar, voy a ir yo también a hacer cuatro horas de cola para comprar uno.”-
-”Cuando consiga esto, lo otro, lo otro y lo de más allá, entonces seré feliz.”-
-”¿Yo, influenciado por el marketing? No sé de qué me hablas, gastarse medio salario en navidades es fruto de una tradición totalmente cristiana cuyos preceptos, desde luego, continúo a lo largo del año.”-
-”No sabes lo increíble que fue disfrutar de aquel día de playa, no veas lo que me costó grabarlo todo para que vierais todos lo genial que es mi vida”-
¡Ah! Sí, la alegría, vieja amiga de batallas, siempre perseguida por el rebaño como polen cerca de colmena.
Una preciosa llave al éxtasis emocional que se encuentra en nuestro cerebro y que, por alguna razón, este decide mantener cerrada hasta que en nuestro entorno se producen cosas muy concretas.
Pero claro, esto tú ya lo sabes, por supuesto, porque siempre te das cuenta de estas cosas.
Para nada tienes circuitos de dopamina en tu cabeza alentados por grandes empresas para que utilices sus productos o te hagas parte de colectivos que “persiguen estilos de vida elevados”
Nah, qué va, eso es solo para los pobres mortales, tú estás por encima de eso.
Pues sería un honor que alguien tan elevado moralmente se suscribiera a mi Newsletter, estoy seguro de que brindarme la suerte de tu presencia traerá felicidad a mi vida también.
Bueno, espera, ¿Felicidad o alegría? ¿Son lo mismo? Bueno, pues por si no lo sabías…
¿Qué es la alegría?
Bueno, lo primero que debo decirte es que la alegría no es una emoción plana, por así decirlo, sino que es un conglomerado de eventos positivos que se van sucediendo en tu cerebro y tu entorno y que te llevan a concluir algo:
Que los eventos acontecidos suponen un avance en la persecución de tus metas y objetivos personales, o te alejan de situaciones que percibes como negativas.
En otras palabras, la alegría sería el resultado de percibir tu entorno y concluir que, sea lo que sea lo que ha pasado, te ha hecho avanzar hacia tus metas e intereses personales, ya sean sociales, económicos, románticos o espirituales. O que has escapado de aquellos eventos que te resultan desagradables.
Como cuando en la última hora de clase llegaba el profesor y te decía que te ibas antes a casa porque la de matemáticas estaba enferma.
Y ya está, no le des más vueltas, la alegría es eso, el brillante y estupendo resultado de percibir tu entorno como algo positivo y que de pronto BOOM, tu cerebro abra la llave de las endorfinas y la dopamina y experimentes esos resultados como altamente deseables.
Sé, porque eres increíblemente inteligente, que te estás haciendo muchas preguntas, como por ejemplo:
¿Por qué algunas cosas nos alegran más que otras?
Pues porque la alegría y sus niveles de activación dependen de algunos factores, como pueden ser la proximidad psicológica y emocional al evento percibido (es decir, lo importante que era para ti, lo que ha pasado) lo inesperado del evento (las cosas buenas que llegan sin avisar se reciben más intensamente) y tu realidad emocional al momento de recibir un evento positivo (no es lo mismo recibir una noticia positiva después de que haya fallecido tu abuela, que después de haber aprobado un examen)
¿Por qué algunas personas no se alegran aunque les pasen cosas positivas?
Oh, esta pregunta me encanta. Resulta que la forma en la que percibimos el mundo puede convertir los éxitos y los eventos positivos en ganancias insignificantes, o los más pequeños placeres en grandes logros.
En otras palabras, para poder alegrarte necesitas un evento positivo, y para obtener un evento positivo, necesitas percibirlo como tal.
¿Por qué dices que el marketing la utiliza tanto?
Aaaaaah… Ahora, ahora sí que estás hablando mi idioma.
Alegría versus Felicidad: ¿Cuál es la Diferencia?
A menudo usamos las palabras “alegría” y “felicidad” de manera intercambiable. Pero, si nos detenemos a reflexionar, nos daremos cuenta de que representan dos experiencias emocionales diferentes.
La alegría es un resultado inmediato, una liberación rápida y puntual de dopamina y otras drogas legales de nuestra biología (es una metáfora, no te ralles) que refuerzan nuestro comportamiento hacia unas conductas que han reportado beneficio.
La felicidad, por otro lado, es un estado emocional más complejo y duradero. No surge de un solo evento o experiencia, sino de una variedad de factores que dan lugar a un sentido más profundo de satisfacción y plenitud en la vida. En otras palabras, es una idea, un estado constante del ser que refleja nuestra conformidad y satisfacción general con la vida que tenemos.
¿Que dónde entra aquí el marketing?
Pues en que te venden felicidad, pero lo que compras son pinchazos de alegría inducidos por sistemas artificiales que provocan la generación de dopamina.
Para que me entiendas: tú en un anuncio no vas a ver un coche y escuchar
(Voz de anuncio) “Compra este nuevo porsche eléctrico chayanne hula hula y siente el tremendo pinchazo de diez minutos de dopamina para luego ir poco a poco volviendo a tu triste realidad”
No, lo que escuchas es “Compra este nuevo porsche eléctrico chayanne hula hula y alcanza esa satisfacción constante que te mereces al ir por la carretera y recordar que eres un triunfador”
Spoiler: si eres un desgraciado, comprar un cochazo solo va a convertirte en un desgraciado con un cochazo.
Imagino que ahora mismo estos conceptos están un poco medio colgando en tu mente. No pasa nada, es normal, todos se van a aclarar cuando respondamos a una de las preguntas más importantes para la comprensión de la Alegría.
¿Para qué sentimos alegría?
Sí, exacto, ¿para qué?
Te quiero decir, todas las emociones tienen una finalidad, un objetivo, no están ahí porque sí, pero… Dentro de la teoría biológica en la que las emociones buscan nuestra supervivencia, ¿qué persigue exactamente la alegría?
Porque claro, no tiene mucho sentido alegrarnos al ver un tigre de bengala corriendo hacia nosotras, ¿no? Entonces ¿qué onda?
Pues según esta rama de estudio, se cree que la alegría podría ser algo así como un reforzador de tu conducta. Es decir, es la herramienta que tiene tu cerebro para asegurarse de que vas a repetir conductas que te ayudan a sobrevivir o mejoran tu estado de ánimo, a saber:
- Motivarte a interactuar socialmente: establecer conexiones es una necesidad humana básica y cuando encontramos “almas afines”, la alegría actuaría como un elemento extra a la hora de explorar estas relaciones
- Motivarte a perseguir tus metas: conseguir objetivos nos hace sentir alegría porque, por norma general, estos objetivos aumentan nuestras probabilidades de supervivencia y mejoran nuestro autoconcepto
- Atenuar la tragedia: encontrar pinchazos de alegría en momentos complejos de nuestra vida nos ayudaría a buscar soluciones y enfrentar la pérdida de forma asertiva
- Reducir tu cortisol: se ha demostrado que los arranques de risa y momentos de alegría ayudan a reducir los niveles de cortisol (estrés) en el cuerpo, lo que te motivaría a buscar esta relación positiva con el entorno.
¡Oh dios mío, qué maravilla! Entonces, ¿la alegría es genial y perfecta, no?
nop
¿Y dónde está la trampa entonces?
Pueeees….
La trampa de la alegría
Verás, si bien tu cerebro es una máquina increíblemente bien diseñada, digamos que está aún en épocas pasadas.
Vamos, que no evoluciona tan rápido como lo hace nuestra sociedad, lo que básicamente provoca que ciertos estímulos externos le lleven a generar en tu cuerpo los elementos relacionados con algunas emociones… Sin que esa liberación sea necesariamente acertada.
En otras palabras; hemos aprendido a hacer que tu cerebro libere dopamina y serotonina ante ciertos estímulos y obligarte a reforzar ciertas conductas sin tu conocimiento.
Voy a darte dos segundos para que respires lo que acabas de leer, y cuando acabes puedes entender el enfado que estás sintiendo viéndote este vídeo:
Es el primero que ha hecho mi editora, la primera piedra de la gran pirámide en la que vamos a convertir… Bueno, mira, dejo las divagaciones para otro artículo.
Volviendo al tema; si entendemos que la alegría o las sensaciones que provoca son reforzadores de conducta, ¿no estudiarías profundamente qué cosas la generan para que la gente utilizase tus productos?
Pues bien, resulta que cuando vemos algo que nos resulta agradable, nuestro cerebro entiende que estamos en un ambiente positivo para nosotras y, BINGO, dopamina, toma alegría pa tu cuerpo.
– ¿Cuerpos desnudos? ¡Oportunidades de reproducción! Toma, dopamina para tu cuerpo.
– ¿Refuerzo social? ¡Genial, validación! Toma, dopamina para tu cuerpo.
¿Te imaginas lo increíble que sería meter todo esto en una aplicación de contenido vertical que ponga a tu disposición estas cositas que te generan dopamina?
¿Y te imaginas que hubiera una base de datos con fórmulas geniales para facilitarte el acceso a las cosas que más te gustan?
¿Y te imaginas que puedes volverte resistente a la alegría y cada vez tienes menos control sobre tu atención y disfrutas menos de las cosas?
Espera ¿Qué?
Efectivamente, la alegría es algo que se siente poco por una buena razón, y es que sus “picos” ganan fuerza al ser poco habituales, por eso tienes grabados en tu cabeza los momentos más felices de tu adolescencia, tu primer beso y cosas similares, porque tenían impacto.
Pero ahora que tenemos fuentes de dopamina a nuestra disposición, gracias al totalmente desinteresado y nada monetizado mundo de las redes sociales y las aplicaciones de entretenimiento… Bueno, digamos que cada vez necesitas una dosis más alta para sentirla.
Conclusión
La alegría no es un estado permanente, es una sensación puntual que deriva de tu capacidad para percibir lo bueno que hay en tu entorno y, también, de lo bien que hayas construido una vida en la que eres fiel a los preceptos que te aportan bienestar.
Quiérete, coño, y trata de construirte una vida con la que sientas que vives siendo fiel a quien eres y a lo que sientes.
Y en serio, deja el móvil, que nos está convirtiendo en imbéciles adictos al chute de dopamina. Dedica tu tiempo a construir cosas importantes para ti.
Os quiero mucho,
Carrot.
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